viernes, 4 de julio de 2008

Dialogo con un diplomático

En esta selva maravillosa que es el mundo, existen especimenes dignos de admirar. Uno de los ejemplares más sorprendentes es el diplomático. Seres extraños si los hay, se clasifican en diferentes tipos: los hay cancilleres, embajadores, y también cónsules.

El caso es que cuando uno viaja y necesita la ayuda de ellos, los señores de traje y corbata suelen eludir delicadamente cualquier tipo de compromiso. El siguiente ejemplo (prácticamente verídico) de mi encuentro con un cónsul argentino en otro país, luego de que me robaran el pasaporte, gráfica su condición:

- Señor cónsul, me han robado el pasaporte y necesito volver a Argentina, estoy desesperado, y…
- ¡Ah! No me diga. Y cuenteme caballero, ¿Usted a que se dedica?
- Bueno, yo escribo en un diario, pero…
- ¡En un diario! ¡Que fantástico! Debe ser un trabajo maravilloso.
- Si, es lindo, el caso es que…
- Yo en mis años de embajador de Holanda conocí a muchos periodistas, muy buenas personas por cierto.
- Aja… el tema es que no tengo papeles…
- ¡Que épocas aquellas en Holanda! Eran tiempos distintos, claro, pero la pasábamos muy bien.
- Me apremia la angustia, moriré indefectiblemente si no recibo ayuda…
- Eso si, en otros países era diferente, como en Guatemala, una nación muy compleja política y socialmente hablando.
- Señor cónsul…
- En fin, el mundo ha cambiado mucho últimamente.
- Con respecto a mi pasaporte…
- Ah, si señor, disculpeme, pero no puedo hacer nada por usted. Que le vaya bien, eh.

Vaya raza esta la de los diplomáticos. Lo peor es que son tan amables que uno ni siquiera atina a enojarse con ellos ¡No en vano se han ganado sus consecuentes mansiones, sus ultimo modelo y sus cenas de gala! ¡Salud, mis queridos cofrades! ¡Bendita sea vuestra cortesía!

0 comentarios: