viernes, 19 de septiembre de 2008

¿Croacia? Sólo de vacaciones


Ahí estábamos, frente a frente. El oficial de migraciones croata y yo. El tipo me miraba feo, desafiante. Yo hacia otro tanto, aunque reconozco, de manera mucho menos intimidante que ese hombre alto, de expresión adusta, lentes negros y cabello oscuro.

El sol caía, mientras este desgraciado me escaneaba de arriba a abajo. Parecíamos dos cowboys en el lejano oeste, salvo por las ausencia de botas, espuelas, camisas a cuadros y tiritas en el cuello, chaleco con flecos, gorros, caballos, cardos arrastrados por el viento, tallos de hierba en la boca y carteles de “Saloon” alrededor. El encontraba en el arma atada a la cintura su amenaza más palpable. Yo no me quedaba atrás: tenía mi tramontina mango de madera, aunque perdido vaya uno a saber en que escondrijo de la mochila.

- ¿Para que queres entrar a Croacia?- me inquirió el miserable
- Vengo de vacaciones- le contesté circunspecto
- A ver...mostrame tu pasaporte

Pesado el guardia

Ahí empezó el festival de preguntas. Que a que me dedicaba en Argentina, que porqué estaba viajando tan lejos, que si pensaba regresar a mi país, que si tenía planes de trabajar en Croacia, etcétera.

Yo lo miraba y no entendía nada. Le tuve que enseñar el pasaje de avión de vuelta, plata que llevaba conmigo, tarjeta de crédito y otras documentaciones que demostraban mi supuesta “liquidez”.

No lo podía creer. Este granuja se pensaba que yo quería entrar a Croacia para quedarme a vivir ahí. Con todo el respeto que me merecen los habitantes de la nación balcánica ¿Para que legumbres querría yo quedarme a vivir en Croacia, habiendo tantos países prósperos y acaudalados de los que extraer riquezas a través del noble trabajo ilegal?

O sea, irse de Argentina para trabajar en Croacia es como salir de un recital de María Marta Serra Lima para meterte en uno de Los Piojos. Es ir de mal en peor.

Maldita serpiente venenosa con uniforme, tratarme a mí de sátrapa buscavida. O peor, de sátrapa buscavida en Croacia (¡En Croacia!). Terminada la inquisición, pude ingresar a la ex provincia yugoslava. La contienda finalizó sin heridos. Salvo por mi orgullo, que quedó rengueando en las costas del Adriático.

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