sábado, 15 de noviembre de 2008

Me duele el colon


Me duele el colon. No saben lo feo que es. Colon. Hasta la palabra misma suena fea. Es un dolor, como decirlo, profundo. Es como si te doliera el alma, pero sin el factor metafísico. Creo que es peor inclusive. Un dolor del alma se puede ahogar en licor, como dice el rey Pelusa. Pero con un dolor de colon es otra cosa.

Mientras escribo estas líneas, me encuentro viajando de regreso a casa. Recién ahora deduzco que el dolor de colon y el viaje es una combinación peligrosa. Tormentosa diría. En mis cavilaciones, surgidas de las entrañas del malestar, me he puesto a pensar en la gente que, como yo en esta desdichada jornada, viaja con un dolor a cuestas.

Algunos ejemplos

Pienso en el subsahariano, que viaja caminando durante meses por el África, en busca de la prosperidad que ofrece Europa. Pobre, le duelen los pies. Pienso en el Rumano, que viaja escapándose del maltrato que le propinan los italianos más xenófobos. Pobre, le duele el orgullo. Pienso en el serbio, que viaja por un país que cada vez le queda más chico. Pobre, le duele el Kosovo. Pienso en el cubano, que viaja en balsa rumbo a una nueva vida en Miami. Pobre, le duele el comunismo. Pienso en el iraquí, que viaja de Basora a Bagdad mirando para arriba, por miedo a que le caiga una bomba del cielo. Pobre, le duele el Bush.

También pienso en el político, que viaja en avión privado hacia Tokio, para participar en una cumbre presidencial. Pobre, le duele que los fuccilli con salsa de champiñones, nueces persas, dátiles y vegetales del pacífico sur rehogados en vino blanco cosecha 83´ que le sirvieron para cenar no están “al dente”.

Pero vamos, que en quien más pienso en este momento es en mí mismo, que viajo de vuelta a Villa María con un dolor de colon espantoso. Si, pobre.

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